lunes, 6 de junio de 2011

HABEAS CORPUS

La relación entre el cuerpo y la fotografía es y ha sido tan estrecha, que creo no exagerar si digo que la fotografía tiene hambre de cuerpos, y éstos, hambre de ser fotografiados.

Como el tema no es en absoluto nuevo, sino, por el contrario, primordial y permanente, tampoco lo son los intentos de escribir su historia. De este esfuerzo investigador para trazar la historia del cuerpo en fotografía podemos sacar interesantes conocimientos sobre el medio y al mismo tiempo sobre nuestra concepción de lo corporal. Sin embargo, basándome en el análisis que John Tagg aplica al proceso histórico, me parece más interesante y pertinente estudiar, ya no la historia del cuerpo en la fotografía, sino lo que la fotografía le ha hecho al cuerpo.

El deseo de poseer imágenes humanas ha formado siempre parte del medio, de hecho, podríamos decir que el objetivo de las investigaciones en los primeros años de la fotografía era alcanzar velocidades lo suficientemente rápidas como para poder captar retratos, y sobre este aspecto se centraron igualmente sus primeros usos prácticos y comerciales. El desnudo acompaña a la fotografía, provocando, sufriendo y prevaleciendo por encima de todos los cambios estéticos, técnicos y estilísticos. Ningún otro genero, con la excepción del retrato, que tiene implicaciones diferentes, goza de atención similar y ningún otro ha llegado como él, a simbolizar la fotografía “artística” misma (hagamos simplemente una prueba ¿cuántas historias de la fotografía, manuales, catálogos o revistas tienen un desnudo, casi seguramente femenino, en la portada? sin duda una aplastante mayoría, seguida de lejos por naturalezas muertas o paisajes) En definitiva, el desnudo se alza para el gran público como la parcela de la fotografía indudablemente dotada de artisticidad, y por lo tanto, un concepto muy decimonónico, con garantía de elevados ideales. He ahí una revista como “Photo” que parece dedicada a hacernos creer que ser fotógrafo profesional, (hombre, por supuesto) es dedicarse única y exclusivamente al desnudo femenino, con alguna intrusión en el documentalismo, que también es muy varonil. Dejando las ironías a un lado, el papel de la fotografía en la investigación sobre el cuerpo es además básico porque, si en el momento de su aparición ésta era una temática compartida por otras técnicas artísticas, después de la ruptura de las vanguardias y su problemática relación con el cuerpo humano, la fotografía ha quedado prácticamente como la única forma artística que le dedica su atención mayoritariamente (en realidad, junto con el cine y el vídeo). Aunque, por supuesto, al ser cuerpo, no podemos crear nada ajeno a él, y siempre dejamos huellas de su paso.

¿De donde viene esa fascinación por mirar, por fijar lo habitualmente invisible? Según Peter Weirmair la fotografía está dominada por la pasión scopofílica, por la pasión de ver. ¿Pero hasta que punto se basa ésta en la habitual invisibilidad del cuerpo o tiene causas aún más profundas? Lo cierto es que siempre nos demoramos sobre sus representaciones, encontrando placer en mirar seres humanos, aceptando el contemplar como una forma de posesión. Para Bataille el desnudamiento era aún más trascendente, pues, al implicar una trasgresión frente a la discontinuidad entre los seres que implican los ropajes, es una forma de sacrificio y por lo tanto un ritual sagrado, la desnudez es un riesgo.

Si el desnudo ha sido siempre el lenguaje con el que se ha intentado hablar de lo intemporal, hoy además se inscribe en un campo de enfrentamiento importante, porque en torno al cuerpo se están jugando batallas decisivas: la identidad sexual (y sus formas de visibilidad), el entrecruzamiento problemático de lo público y lo privado, las implicaciones (desde éticas a económicas) de las normas de la belleza en la era de la ingeniería genética, la industria del culto al cuerpo y la multiculturalidad, la noción de la pornografía, las metáforas de la enfermedad, y las políticas que han puesto de un modo u otro al cuerpo en el centro de su lucha, (del feminismo a la problemática de la raza). La liberación del cuerpo, una de las promesas incumplidas de la modernidad, nos coloca en una encrucijada entre el movimiento de emancipación del cuerpo y el reconocimiento de sus derechos, y el deseo, igualmente fuerte, de expulsarlo mediante el maquinismo.

Breve historia de la fotografía y el desnudo y la censura

La rápida expansión de la técnica fotográfica y el entusiasmo despertado por su aparición pública demuestran la importancia máxima que en nuestra cultura otorgamos a lo visual y la “necesidad” de fijar lo pasajero. Es cierto que, en los primeros textos producidos sobre la nueva técnica relatando sus futuras utilidades, no se citaba el desnudo, pero si lo hace el retrato, y como una de las aplicaciones más importantes. La necesidad flotaba, sin embargo, en la atmósfera de la época y aunque no podamos saber con exactitud cuando posó el primer modelo delante de una cámara, aparentemente, y pese a que las exposiciones eran todavía enormemente largas, sabemos que en torno a 1845 (Agosto del 39 es la fecha oficial de la patente fotográfica) en París se podían encontrar daguerrotipos pintados de este genero. Los daguerrotipos, al ser obras únicas, mantuvieron el mercado controlado por su escaso número y elevado precio. Además, los primeros fotógrafos que se dedicaron a esta actividad, la que Walter Benjamin llama época dorada de la fotografía, provenían del mundo de la pintura, (especialmente de la miniatura y el grabado) o eran, como Delacroix, pintores fascinados por las posibilidades del nuevo medio, por lo que se percibe un interés por la iluminación y la composición, que desaparece en la segunda generación de fotógrafos, ajenos ya a estas profesiones extinguidas y mucho más preocupadas por las posibilidades económicas. Con el desarrollo paralelo del sistema positivo/negativo, con el que podían hacerse multitud de copias, bajaron enormemente los precios, y el negocio se convirtió por primera vez en problemático, comenzando a tomarse medidas contra la pornografía.

Desde entonces los problemas con la ley han sido siempre la música de fondo de la fotografía del cuerpo. Del juicio en 1851 contra el fotógrafo Felix-Antoine Moulin a los casos famosísimos contra Mapplethorpe, o, aún más recientemente, los ingleses Ron Oliver y Graham Overnden por pornografía infantil, o las quejas levantadas por la exposición de la obra de Larry Clark y Araki en Valencia, la estrofa y el estribillo de la canción son siempre los mismos. Si en el siglo XIX el modo de hacer comercializable la reproducción de cuerpos desnudos fue alegar su servicio a fines artísticos (surgieron rápidamente revistas de poses convencionales para pintores, que tuvieron una difusión mucho mayor que la que su fin práctico les auguraba), el argumento de la defensa en el affaire Mapplethorpe fue la artisticidad de la obra, clamando por su alto valor plástico mediante un análisis, de un formalismo exagerado y casi risible, que ningún crítico se atrevería a hacer hoy en día. Para mí, es evidente que se trataba de una estrategia, pero lo importante es que, en ningún caso, se ha planteado frontalmente la propia prohibición, es decir, el derecho a representar explícitamente el sexo y el cuerpo. En todo caso, el sentido de lo artístico, lo obsceno y lo legítimo están en diálogo constante en los discursos sobre el cuerpo, siendo el espectador quien finalmente negocia, permítaseme esta expresión anglosajona, el papel de las obras. Y finalmente las reacciones son muchas, desde los grupos de adolescentes que ven a escondidas libros de Helmut Newton, hasta quienes juzgan las obras por sus autores, encontrando reprobable cualquier foto de Mapplethorpe y perfectamente aceptables las de David Hamilton, desde quienes admiten que el arte puede ser obsceno, hasta quienes opinan si es obsceno no es arte, y viceversa. Desde el punto de vista de los autores, este debate sobre los límites y sentido de la pornografía ha motivado algunos de los desplazamientos más interesantes de la fotografía actual, incluyendo a Witkin, a Cindy Shermann, o a Bethina Rheims.

Desnudo / Cuerpo

Casi de forma inadvertida he usado indistintamente dos terminologías que han de ser explicadas, porque son básicas, es decir la diferencia entre fotografía de desnudo y fotografía del cuerpo. La diferencia no es un bizantinismo gratuito sino una necesidad real de un cambio de concepción.

Cuando en 1957 Keneth Clark hablaba de la diferencia entre naked y nude, que en español quizás debiéramos traducir como desnudo y desvestido, aunque carecen de campos significativos tan estrictos como en inglés, cita el desnudo como una forma privilegiada de arte que se remonta al mundo griego, destacando en éste la capacidad de dar forma tangible a lo abstracto, frente al desvestido ligado a lo cotidiano y carente de valor artístico. Esa diferenciación, ya en su propio momento, estaba dejando de ser útil.

En el 72, en “Ways of seen”, John Berger introduce nuevamente los términos pero con un sentido totalmente diferente: “To be naked is to be oneself. To be nude es to be naked by others and yet not recognized for oneself (…) to be naked is to be without disguise, to be on display es to have the surface of one´s own skin into a disguise (…) in the average. European oil painting of the nude the principal protagonist is never painted, he is the spectator in front of the picture and he is presumed to be a man” aunque el texto se refiera a la pintura clásica, laten en él los hayazgos del arte del momento.

Es precisamente a finales de los sesenta y definitivamente en los setenta cuando se efectúa la transición de un término a otro, tanto por el impulso de las corrientes sociales e intelectuales, como por la propia práctica artística. Las interrelaciones fecundísimas entre fotografía y arte conceptual, la performance y la acción son las desencadenantes. Las acciones suceden en un momento determinado ante un público concreto, y cuando terminan la documentación fotográfica realizada acaba, en la mayoría de los casos, sustituyendo a la acción misma, (Beuys se aseguraba de que siempre hubiese un fotógrafo e incluso consideraba la documentación firmada como parte de la acción misma). Por otro lado, los trabajos realizados en el campo, del land art, al body art, y sobre todo en el más propiamente conceptual, (donde la foto, como documentación primordial que va a exponerse, adquiere un papel importante) impiden definitivamente que sea útil para hablar de lo que realmente está pasando. La mayoría de los recursos estratégicos y formales que poseemos se ponen en marcha en ese momento. Fuente: Libro: El cuerpo y la memoria (fragmento). Comunidad de Madrid 1995. Autora: Maite Barrera. www.netvibes.com (Info Lugares Naturistas).


¡VIVA LA FOTOGRAFIA Y EL ARTE AL DESNUDO!


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