jueves, 26 de mayo de 2011

TODOS SOMOS ANIMALES (ECUADOR)

En otros tiempos, a las gentes se les distinguía por su vestido. Ahora, se pretende que se les distinga por su falta de vestido. Es verdad que el vestido no da por sí mismo salud ni belleza pero, sin un atuendo adecuado, salud y belleza quedan inconformes. Un ramillete de nudistas, engallados por una previa rutina de relajación, pasearon en bicicleta por el centro de Quito el domingo anterior. Según declaración del Club Nudista del Ecuador, ellos intentaron promover una cultura ambiental y alertar a las gentes sobre la importancia del respeto al que piensa diferente, "pues están en contra de las estigmatizaciones".

Evitar estigmatizaciones es, sin duda, un ideal lleno de nobleza, pues muchos sentimos con intensidad ese alud proveniente de las altas cumbres del Estado que quiere marcar con hierro candente al que piensa diferente. Sin embargo, para que un libre pensador merezca respeto, debe comenzar respetando la manera de pensar diferente del otro. Para que el nudista sea respetado, debe respetar a quienes piensan que el nudismo a rajatabla no puede exhibirse en las calles, haciendo alarde de estorbar a los hábitos ajenos.

La ideología dominante insiste con monotonía en el lenguaje de la liberación. Por eso, si en otro tiempo cualquier transgresión de las reglas de la convivencia habría merecido una escandalosa reprimenda, en la sociedad de hoy, esta demostración es superflua y a muy pocos les quita el sueño. No solo el artista o el filósofo nihilista, todo el mundo es ahora un gran, un inmenso transgresor. Quien más, quien menos, se proclama provocador, subversivo, inconformista y rebelde. Pero también es razonable preguntarse si todos esos usos de la libertad son igualmente valiosos.

Estamos ante una cuestión de sensibilidad o de cultura cívica. Si bien uno puede sentirse muy libre de ridiculizar las costumbres tradicionales, resulta difícil imaginarse cómo sería posible la convivencia pacífica en una sociedad en la que todos se movieran con la lógica de que está bien agraviar a los otros si es no hay ánimo de ofenderles.

Por eso, Javier Goma, de El País, juzgaba que "el más modoso de los ciudadanos bosteza de aburrimiento ante espectáculos licenciosos que hasta hace poco habrían hecho sonrojarse al mismo Calígula. Ser transgresor es hoy como hacer topless en una playa nudista".

Tras una época de abandono a la pura espontaneidad, se redescubre la importancia de cultivar la cortesía, como aceite de las relaciones sociales, pues aunque las formas externas en sí mismas no tengan validez, la disciplina que ellas imponen sirve para controlar los excesos y temperar los efectos de los vicios. El hombre cortés sabe adaptarse y actuar para la satisfacción legítima del otro, sin molestar, sin herir, sin constreñir o sin contristar a nadie. A esto se le llama el arte de vivir y de vivir bien.

"Todos somos animales, somos parte de un ecosistema muy grande", dicen los ciclistas del domingo anterior. Pero no olvidemos que algunos somos más animales que otros. Jaime Acosta Espinos. Fuente: hoy.com.ec

Nota. Son apreciaciones y/o puntos de vista muy interesante, pero todo cambia dentro de las diferentes sociedades de nuestro mundo, muchos estarán de acuerdo y otros no, en donde pueden llegar hasta la controversia nacional e internacional. Esperamos algunos comentarios al respecto.


¡VIVA EL NATURISMO!

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